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La nostalgia del hijo del vendedor de aceite

La historia de Antonio Pérez Moreno es un testimonio conmovedor de la superación, la nostalgia y el amor por sus raíces. A través de su vida, se entrelazan los recuerdos de un pasado en Vélez-Málaga y un presente en Cataluña, donde ha encontrado un nuevo hogar, pero nunca ha olvidado sus orígenes. Su relato no solo refleja su trayectoria personal, sino también el espíritu de muchos emigrantes que, en busca de un futuro mejor, dejaron atrás todo lo que conocían.

Los inicios de Antonio en Vélez-Málaga

Antonio nació en una época en la que las oportunidades eran limitadas, una realidad que marcó su infancia en Vélez-Málaga. Desde muy pequeño, mostró un espíritu inquieto y un deseo ferviente de aprender. Su infancia transcurrió entre las Cuatro Esquinas y la calle Coroná, lugares que evocan recuerdos entrañables y momentos significativos de su vida.

La historia de su familia es también una historia de esfuerzo y sacrificio. Debido a dificultades económicas, tuvo que mudarse a la calle Coroná donde vivía con sus abuelos. “Nací frente al Cuartel de los Carabineros, pero mis padres no podían pagar el alquiler”, recuerda Antonio con una mezcla de tristeza y cariño por esos tiempos difíciles.

El legado de su padre como corredor de aceite

Uno de los aspectos más destacados de su niñez fue la influencia de su padre, Antonio Pérez Ramos, conocido en la comunidad por su trabajo como corredor de aceite. Este oficio no solo proporcionaba sustento a la familia, sino que también cimentó la relación entre padre e hijo. Antonio recuerda con afecto cómo lo acompañaba en las entregas, un tiempo que valora como uno de los más felices de su vida.

“Me encantaba ir con mi padre”, dice, lo que refleja la conexión emocional que tenía con él. Juntos recorriendo las calles, Antonio se hizo amigo de otros niños, y uno de sus pasatiempos favoritos era jugar al fútbol con compañeros como Juani Muñoz, Indalecio Rueda y Manuel Vega.

La vida escolar y la búsqueda de un futuro

La educación también formó parte importante de su juventud. Sin embargo, Antonio enfrentó desafíos en su trayectoria escolar. “Lloraba para asistir al colegio”, confiesa, un sentimiento que muchos niños pueden compartir. Su deseo de aprender fue tan grande que, a pesar de no tener la edad adecuada, su padre logró que fuera a clases con un amigo, Don Fermín.

Antonio asistió a la academia de Manuel Valle para completar sus estudios, pero las dificultades no tardaron en aparecer. “En 4º de Bachillerato suspendí y me llevé una desilusión”, un revés que lo llevó a tomar decisiones importantes sobre su futuro.

  1. Aprendiz de carpintero con Juan Santa Olalla.
  2. Trabajo temporal en Logroño como ‘perrillero’.
  3. Regreso a Vélez para trabajar en un almacén de harina.

La vida laboral se convirtió en su camino, y así se fue introduciendo en el mundo del trabajo, enfrentando las dificultades económicas de su entorno.

La emigración y nuevos horizontes en Cataluña

A medida que el pueblo flaqueaba, Antonio optó por el servicio militar voluntario en Madrid, una decisión que cambiaría su vida para siempre. Después de completar su servicio, se mudó a Cataluña, donde su esposa María, también originaria de Vélez, ya había hecho su vida.

Desde 1967, Antonio ha vivido en Castellar del Vallès, donde ha desempeñado diversos oficios. Ha sido peón de albañil, especialista tintorero en el sector textil e incluso policía local. Sin embargo, un accidente lo obligó a retirarse, lo que marcó el final de una etapa activa en su vida laboral.

Familia y el significado de las raíces

Hoy en día, Antonio vive con su esposa María y su hijo Rafa en Castellar del Vallès, disfrutando de la compañía de sus dos nietos. A pesar de haber construido una vida estable y cómoda, Antonio no puede evitar sentir nostalgia por su tierra natal: “La vida de aquí es bastante distinta, la gente no es ni tan abierta ni tan acogedora como en Vélez”.

Este sentimiento de añoranza por su hogar y sus raíces se hace evidente en sus palabras: “Lo echo mucho de menos, cada vez más”. A pesar de la distancia, su amor por Vélez-Málaga sigue vivo, y se siente agradecido de haber podido criar a su familia en un entorno diferente, pero siempre con la mirada hacia sus orígenes.

El legado familiar y el recuerdo del pasado

La vida de Antonio es un reflejo de la historia de muchos emigrantes que, en busca de un futuro mejor, han dejado atrás su hogar. A medida que comparte sus recuerdos, se convierte en un puente entre generaciones, recordando a quienes aún permanecen en Vélez-Málaga sus raíces y tradiciones. Muchos lo recordarán repartiendo aceite en el barrio del Pilar, llevando consigo no solo un producto, sino un pedazo de su historia familiar.

Antonio es un ejemplo de cómo los recuerdos de la infancia y el amor por la familia pueden perdurar a lo largo del tiempo. Su vida, marcada por el sacrificio y la determinación, sigue siendo una lección valiosa para las nuevas generaciones.

Para aquellos interesados en conocer más sobre la vida de los emigrantes, aquí hay un video que captura la esencia de la historia del hijo de un corredor de aceite. No te lo pierdas:

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